abril 21, 2009

Ensayo.

El tiempo

Compañero eterno, silencioso, a veces lento, a veces veloz como el viento. Bien lo describió Michael Ende: flores multicolores, hermosas, que van naciendo en el corazón humano, una a una, y una a una van muriendo para dar paso a una flor más bella cada vez, flores con destellos de Sol y Luna que son regidas por el ritmo de nuestros latidos.

Entonces explica el señor Ende: la velocidad del tiempo depende de que tanto lo vivamos intensamente, de que tanto sigamos escuchando nuestro reloj interior, marcando cada segundo, marcándolo cual suave música.

Y es que a veces el tiempo se siente rápido, alegre, corriendo como un arroyo de agua clara; cuando se está con esa persona, cuando se pierde la noción de todo. O a veces se siente tranquilo, relajado, acompasado como el rumor de las olas en la playa; al disfrutar de un atardecer o al contemplar las estrellas. En ambos sentidos se vive intensamente el correr inexorable del curso de las arenas horarias. Se disfruta, se vive.

Sin embargo, a veces no se valora, a veces no se aprecia el silencioso correr de los minutos, se vuelve un peso, un tiempo pesado y gris.

Y es que el tiempo es vida, el tiempo es pura y simple vida.

De esta manera, erróneamente, las personas intentan ‘ahorrar’ tiempo, inventar más rápido, producir más en menos tiempo, todo de manera ‘express’. “El tiempo es oro” dicen éstos, y se intentar convencer de sus ideas.

Viven en casas grandes, tienen autos lujosos, trajes pulcros y elegantes, objetos de última generación, y un cúmulo de tarjetas y cuentas de banco. Trabajan en grandes empresas, tienen cenas suntuosas y banquetes a cada día.

Y sin embargo, no tienen nada.

Dentro de ellos no hay nada, sólo el vacío, y han dejado de escuchar sus latidos, han dejado de estar con esa persona, han dejado de perder la noción de todo por una sonrisa. Han dejado pasar instantes bellos, han dejado de contemplar amaneceres y puestas de sol, y se han olvidado de las estrellas.

Para ellos no hay descanso, duermen pero viven cansados. Para ellos no hay tiempo para un paseo, para una película, para un día de campo. Lo consideran una pérdida. “No hay tiempo” dicen. Y así al ahorrar el tiempo, lo pierden.

Entonces hacen ruido, no un ruido agradable de trinos ni suave murmullo del viento, ni charla alegre y desenfadada. No, su ruido es un ruido molesto, de mucho bullicio y carente de sentido, un ruido asfixiante que los ahoga, y sin embargo, no intentan salir de él.

Hacen ruido por que le temen al silencio, le temen por que les recuerda lo que han perdido. Les recuerda los segundos que has desperdiciado. Y se sienten solos.

También hay otro tipo de personas, de todas las edades y de todos los tipos que tratan de cuidar sus flores, de conservarlas frescas y coloridas. No son muy elegantes ni tienen mucho dinero, viven en casas comunes y a veces pasan apuros.

Pero respiran tranquilos, duermen suavemente y ven la Luna cada noche. Sonríen, juegan, hacen bromas, y en ciertos instantes, cuando los planetas susurran, cantan con el viento y el viento canta con ellos. Y aman, aman sin límites.

El tiempo es su compañero.

Viven.

Y la música del tiempo suena nítidamente en sus oídos.


Dentro de ti tu edad creciendo, dentro de mí mi edad andando.
El tiempo es decidido, no suena su campana, se acrecienta, camina, por dentro de nosotros,
aparece como un agua profunda en la mirada
y junto a las castañas quemadas de tus ojos una brizna, la huella
de un minúsculo rio, una estrellita seca ascendiendo a tu boca.
Sube el tiempo sus hilos a tu pelo,
pero en mi corazón como una madreselva es tu fragancia, viviente como el fuego.
Es bello como lo que vivimos envejecer viviendo.
Cada día fue piedra transparente, cada noche para nosotros fue una rosa negra,
y este surco en tu rostro o en el mío son piedra o flor, recuerdo de un relámpago.
Mis ojos se han gastado en tu hermosura, pero tú eres mis ojos.
Yo fatigué tal vez bajo mis besos tu pecho duplicado,
pero todos han visto en mi alegría tu resplandor secreto.
Amor, qué importa que el tiempo,
el mismo que elevó como dos llamas o espigas paralelas
mi cuerpo y tu dulzura, mañana los mantenga o los desgrane
y con sus mismos dedos invisibles borre la identidad que nos separa
dándonos la victoria de un solo ser final bajo la tierra.

-Pablo Neruda -Oda al tiempo

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