septiembre 17, 2010

Encuéntrame sin moverte.

Llueve dentro y el temblor comienza.

Decididamente ya no sé que quiero o si quiero algo, o si en realidad el camino siguiente no será un pleonasmo.

El temblor comienza y mi guitarra cruje. Déjame ir directo a la lava y fundirme en sus partículas. Déjame colorear de rubí estos pensamientos y quema todo aquello que no es tuyo.

Si en el silencio encuentro las palabras, en las palabras me encuentra el silencio y yo, inconvenientemente sedado, sólo puedo suspirar anhelando el vuelo crepuscular. Tantas vueltas al mismo espacio y el mismo espacio en tantas vueltas, todo se repite y es cícilicamente renovado y desechado cual serpiente.

En el silencio encuentro las palabras, y encuentro la duda y la desazón; se empeñan en seguirme impávidas mientras el remolino atrás y adentro se acrecienta, atrás y adentro, siempre.

En el silencio encuentro las palabras, y en el silencio las palabras me encuentran, soñándote y desenvolviendo con prisa aquellas cartas, corriendo hacia aquellos prados y saltando entre los lirios, claro, inconvenientemente sedado.

Empieza el temblor, y el temblor es silencio explosivo. Y en ese silencio encuentro las palabras, y te encuentro a ti, flor de lis, gota de rocío.

Y en ti encuentro el silencio, flor de lis, en ti encuentro la bahía, la música, en ti encuentro el temblor, los verdes campos, el ave, la guitarra, la serpiente, la duda, la razón, la melancolía y la lava, el crepúsculo y el espacio. Silencio de volcán, silencio de tornado, huracán infinito de silencio.

Como amo tu silencio, pues te contemplo y las palabras me encuentran, claro, inconvenientemente sedado.

Gerardo.

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