Nunca, siempre, mañana, antier.
El tiempo se desliza delante de nosotros, melodía que se clava deliciosamente en la piel humana.
Lo hemos querido atrapar en relojes, en calendarios; pero se nos escapa, hace grietas en nuestras manos y huye de las jaulas.
Ahí van los ojos ansiosos, buscándolo, sin darse cuenta de que estamos sumergidos en él. Nadamos, nos ahogamos, flotamos, fluimos; a veces hacia adelante, a veces hacia atrás, hacia un lado, en curva, saltando momentos y recuperando recuerdos.
Y el tiempo ríe nada más, mientras huye, siempre hacia adelante, mientras nos arrastra sin siquiera sujetarnos.
Horada nuestras formas con una inclemencia dulce, con una persistencia melosa; somos huéspedes involuntarios de las cascadas en las que poco a poco nos vamos convirtiendo, porque a veces el tiempo es como una cascada y como una caída libre: vertical.
Muchas veces parece que el tiempo se nos ha metido en los ojos, en el cuello, en los dedos de los pies, debajo de las rodillas; pero cómo impedirlo si todo alrededor es tiempo, instante —¿eterno?—, del que estamos totalmente cubiertos, mientras la cascada a la que llamamos vida nos arrastra —o nos arroja, tiernamente—, casi sin ninguna interrupción, al día en que salgamos (¿o entremos?) a la superficie, aquella donde ya no hay tiempo, y de la que siempre se ha hablado tanto.
Nunca, siempre, mañana, antier.
Horada nuestras formas con una inclemencia dulce, con una persistencia melosa; somos huéspedes involuntarios de las cascadas en las que poco a poco nos vamos convirtiendo, porque a veces el tiempo es como una cascada y como una caída libre: vertical.
Muchas veces parece que el tiempo se nos ha metido en los ojos, en el cuello, en los dedos de los pies, debajo de las rodillas; pero cómo impedirlo si todo alrededor es tiempo, instante —¿eterno?—, del que estamos totalmente cubiertos, mientras la cascada a la que llamamos vida nos arrastra —o nos arroja, tiernamente—, casi sin ninguna interrupción, al día en que salgamos (¿o entremos?) a la superficie, aquella donde ya no hay tiempo, y de la que siempre se ha hablado tanto.
Nunca, siempre, mañana, antier.
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